Los objetos nos hablan. Es posar la vista sobre un objeto y contarnos toda una historia. Los objetos nos trasladan en el tiempo como pequeñas naves espaciales. Con un objeto y sin más equipaje, ni siquiera con billete, volamos y aterrizamos en un lugar en concreto, en una fecha determinada con su día y su hora, en un estado de ánimo. Con los objetos regresamos a nuestro pasado. En ellos vemos a personas que todavía están a nuestro lado, como también a las que ya no están. Los objetos atrapan para siempre los momentos fugaces, convirtiéndolos en perdurables. Tanto perduran que nos sobreviven. Los objetos forman un mapa de nuestra vida. Sostienes un objeto en la mano y sonríes o lloras o le das un beso. En ese momento estás recordando. No sé si seriamos capaces de recordar tanto y tan bien sin ellos. ¿Cuántos instantes caerían en el total olvido sin ellos, en esa nebulosa donde el ayer se esconde? Posiblemente todos. A más viejos más trastos pueblan nuestras estanterías, nuestros salones, nuestras mesillas de noche, nuestros escritorios. A más viejos más momentos para recordar. Ellos, los objetos, son los testigos de nuestra existencia. Son los testigos de que una vez estuvimos, de que una vez amamos, de que una vez soñamos, de que una vez reímos, de que una vez pusimos los pies en un preciso lugar. A ojos extraños pueden parecer sólo cachivaches de pobre valor que ni un ladrón se molestaría en llevarse. Pero para cada uno de nosotros no lo son, sino que al revés: los objetos son nuestros tesoros. Y poseen el mismo valor que para el pirata posee los que encuentra en un pecio hundido hace mucho, puesto que todos juntos forman una historia que en definitiva es la nuestra. Sin ellos no existiríamos.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz