Una, cuando es novelista vive permanentemente acompañada. Cada personaje que creas, sea protagonista o secundario, te sigue a todas partes pegado a tu piel. De manera que un día te das cuenta que nunca estás completamente sola y que allá adónde vas, ellos van contigo permaneciendo siempre a tu lado. Ellos habitan tu mundo de un modo natural, te siguen a todas partes en tropel, se asoman a tu cotidianidad e incluso son capaces de darte consejos o reírse de tus actos y pensamientos. Son la familia de papel que tú has parido, y como a toda familia se les quiere y se les soporta. Imposible vivir sin ellos puesto que conoces cómo piensan, cómo son, sabes de su lealtad y sabes que jamás te van a engañar. Tú les diste voz, cuerpo, alma, corazón, una personalidad totalmente definida y una historia que les hace ser para siempre ellos. Como escribió Jacques Bonnet en uno de sus ensayos: los personajes de las novelas son las únicas personas fiables que nos encontramos a lo largo de la vida pues conoces su modo de proceder desde principio a fin y siempre van a ser los mismos y a comportarse de las misma forma los dejes entrar en tu vida una o mil veces; algo que con las personas no ocurre. Bonnet calificaba a los personajes de novelas como personas reales y a las personas de la calle como personajes ficticios pues la información sobre éstas que un tercero puede poseer siempre está sesgada. Y bien, yo, que me siento feliz y afortunada de que pueblen mi vida estos maravillosos seres que yo misma he creado, estoy escribiendo este artículo puesto que quiero trasladar aquí una o dos preguntas que me hice un día hace mucho tiempo. Exactamente, cuando se hizo público que Gabriel García Márquez sufría alzhéimer. Aquel día me pregunté si en ese submundo al que van a parar las personas que padecen esa terrible enfermedad; él estaría acompañado en ese lugar por los personajes que había creado hasta confundirlos con amigos y parientes. Me pregunté si el alzhéimer en un escritor convierte de una vez por todas en personas de carne y hueso a los personajes que creó en su día. Evidentemente mis preguntas no hallaron respuesta, ni la van a hallar. Nadie sabe qué ocurre detrás del espejo una vez cruzado, pero la duda vive en mí desde entonces y me reconforta pensar que cuando Gabriel García Márquez cruzó el espejo, como otros muchos lo han cruzado; ellos, ―sus personajes―, resultaron ser allí también su mejor compañía.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz.