martes, 9 de enero de 2018

JOHN DONNE


Fue el poeta inglés John Donne quien no se equivocó al decir que más que lo besos son las cartas las que unen y fusionan a las almas. ¿Y por qué no sé equivocó? Puesto que en ellas, en las cartas, la sinceridad es tangible y sólo desde la verdad dos almas pueden unirse y llegar a fundirse en un solo corazón. Las cartas son el único lugar donde la sinceridad se puede leer y releer, palpar y tocar, llorar por ella o reír con ella. Las cartas pueden dejarle a uno sin palabras durante horas mientras sus pensamientos rebotan en sus márgenes y se asientan en lo más profundo de sus entrañas o pueden, por el contrario, impulsar el deseo de ser contestadas de inmediato sin ni siquiera reflexionar sobre su contenido. Las cartas hacen brotar tanto en el destinatario como en quien las escribe sentimientos que igual no sabía que poseía, pero siempre hacen aflorar la verdad del sentir. Jamás dejan a nadie indiferente, ni al que las recibe porque posee algo que segundos antes no poseía, ni al que las ha escrito porque le ha entregado al otro una parte de su ser quedándose la mayoría de las veces desnudo y desprovisto de cualquier tipo de artificio, pues con ellas se produce un trasvase de emociones. Algunos pueden pensar que las cartas son algo antiguo, cuando es ahora en la actualidad cuando más se escribe y se lee. Pues, ¿qué son los miles de mensajes que se trasfieren a diario a lo largo y ancho del mundo? Son cartas reducidas a su mínima expresión: microcartas. No obstante, vuelven también a escribirse y enviarse largas cartas como consecuencia de que sin sello, sin franqueo, sin tener que ser depositadas en un buzón de correos, sin tener que dar ni siquiera dos pasos, llegan con una inmediatez prodigiosa al destinatario para que este las lea y las relea cuándo le apetezca y cuántas veces lo desee. Ningún otro invento expone y muestra tanto el corazón y el alma de su dueño, ni remueve tanto el interior de su receptor como la carta, de ahí su valor y su perdurabilidad en el tiempo. Además lo que está escrito en ellas jamás puede sacarse de contexto. Las cartas nunca llevan al equivoco, puesto que aquel que las recibe sabe el motivo por el cuál las recibe y quien las escribe también sabe la razón por la que las escribe. No contienen jamás frases escritas al azar, sin un porqué, que hagan dudar de su veracidad a su destinatario. Las cartas son una lectura cerrada, lo único que queda abierto es el ser respondidas, contestadas, pero a veces ni siquiera se escriben buscando una respuesta, la mayoría de las veces se escriben para contar, para trasmitir, para borrar la distancia física que no de corazón entre dos seres. Las cartas no dejan de ser en cierta medida asideros cargados de necesidad, de la misma forma para quien las escribe como para quien las recibe, de ahí muy probablemente la razón por la que están elaboradas con tanta autenticidad. A mí me gusta escribir cartas. De hecho, cuando quiero comunicarme con los seres amados que tengo lejos recurro siempre a las cartas ya sea por los distintos husos horarios a los que mi existencia está sometida, como también, y por supuesto, por el convencimiento de que las cartas poseen un efecto balsámico para quien las recibe y liberador para quien las escribe. Me complace sentarme frente a una hoja en blanco, visualizar al destinatario, y empezar a contarle lo que sea, dejándome llevar por el son de la música que poseen las palabras cuando nacen del sentimiento. He sido chica de cartas y soy mujer de cartas sino no sé qué hacer con tanta palabra. Por ello, quien me ama y a quien amo sabe que es más factible que reciba de mí una carta que no una llamada de teléfono. Y, de cuando en cuando, desempolvo alguna carta, para releerla y admirar la belleza y la calidez de mis sentimientos y sobre todo el valor de mi sinceridad; y también, ya que estoy, aprovecho la ocasión para comprobar cómo el sentimiento que me empujó a escribirla sigue igual, sigue intacto, como cuando esa “vieja” carta fue escrita. Pues que sea una “vieja” carta no significa que no esté en plena vigencia. 


Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz

**[Por lo mucho que significan las cartas para mí, deseo que os haya gustado, lectores míos, ese pedacito de intimidad que he decidido compartir con vosotros con la carta publicada antes de este escrito.]