lunes, 6 de marzo de 2017

DE BARANDILLAS Y LIBROS


«Me despierto preguntándome qué estoy leyendo, 
qué será lo siguiente que leeré. 
Me aterroriza pensar que 
se me pueda agotar la lectura.» 
―Annie Dillard― 


Os habrá pasado a muchos de vosotros el tener ganas de abalanzaros sobre un cesto repleto de libros después de haberle puesto fin a un proyecto fascinante a la par que agotador. En ese momento se valora muchísimo el poder recuperar los usos y costumbres, por tanto no es extraño para los que nos gusta leer el tener unas ganas enormes de atrincherarnos tras una pila de libros hasta recuperar el ritmo y la armonía de nuestros mejores días, y también cómo no, la serenidad y la cordura. Pues hay etapas y proyectos que minan ambas. Y ahí entra el libro como sostén, como asidero, como protector, como bálsamo. Ahí es cuando cobra sentido esa magnífica frase de Núria Espert que tanto me gusta de: «La lectura es para mí algo así como la barandilla en los balcones.» 

¡Ay, los libros, el libro! Ese objeto plagado de tantísimas cualidades capaz de contarnos tantas y diversas historias, a la vez, que nos cura el espíritu, que nos devuelve el equilibrio, que nos sirve de tubo de escape, y que de alguna forma nos salva. 

Si la vida fuese perfecta no serían necesarios ni los médicos ni nosotros los contadores de historias, pues si unos se ocupan del cuerpo, los otros del espíritu. Si la vida fuese perfecta no tendríamos la necesidad ni de fármacos, ni de libros, ni barandillas, si la vida fuese perfecta no tendríamos miedo a caer. Incluso le encontraríamos cierto encanto. Pero mientras tanto y sin miedo a los efectos secundarios no nos queda otra que seguir agarrándonos a nuestros subterfugios particulares, o sea, a las barandillas del siglo XXI. 


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz