A menudo uno cuando anda por el mundo cruza puertas que no se imaginaba que le soliviantasen tanto el ánimo. En Quebec me ha sucedido al cruzar el umbral del Musée national des beaux-arts du Québec (MNBAQ), ¿y por qué? Porque todo él es un canto, una oda, a la curiosidad. La poeta y crítica Dorothy Parker decía que la cura para el aburrimiento es la curiosidad. Como también decía que no existe cura para la curiosidad. La cuentista y Nobel de Literatura, Alice Munro, dice que la felicidad constante es la curiosidad. Probablemente ambas tengan razón para algunos y no la tengan para otros. Yo, si escribo esto, lo hago para hablar desde mi realidad, sin darle ni quitarle la razón a nadie. Pues cada persona es un mundo y hay un mundo en cada persona. Para mí, para esta contadora de historias, —que deja ver su lado más íntimo y personal en este espacio—, la curiosidad es y siempre ha sido mi motor. Todo lo que he hecho en mi vida ha partido de una curiosidad insaciable, que ha hecho y hace que vaya abriendo puertas, recorriendo caminitos, saltando de una idea a otra, descubriendo autores, pintores, libros, personas, lugares, sitios, en resumen, descubriendo mundos para ir creando otros. La curiosidad es el territorio en el que me manejo bien puesto que es el que me hace sentir más viva, es el que me hace ser consciente que estoy sobre la faz de la Tierra por algo y que solo por curiosear y aprender vale la pena estar. El primer libro que me compré con muy pocos años de edad, fue El porqué de la cosas, que fácilmente dejaba entrever a las claras de qué pasta estaba hecha y de ahí hasta aquí con la curiosidad como motor. Una curiosidad que me impide no abrir puertas, que me pide no dejar de conocer gentes y lugares, historias. La curiosidad en mí puede con todo. De modo que este pasado otoño en mi particular aventura canadiense, me hallé en Quebec, abriendo la puerta del Museo Nacional de Bellas Artes y literalmente ya no quise salir de allí. Lo he estado visitando cada semana. Como los fieles van a misa. Pues yo, igual. Convirtiéndose la curiosidad y todas las preguntas que me suscita ese lugar en mi religión.
El Musée national des beaux-arts du Québec te atrapa como un imán porque está en él todo dispuesto para que el visitante interactúe con todas las obras. Obras que lanzan preguntas con descaro, que dejan los sentimientos a flor de piel, que remueven el interior de cada uno, que provocan infinidad de sensaciones. Nada está dispuesto al uso. Las obras te asaltan y las preguntas surgen y las ganas de aprender y la curiosidad son espoloneadas a cada paso como si fuese el cuento de nunca acabar. Y mientras el museo te atrapa en su red y va enredándote, tomas conciencia de que vas a regresar a él, más pronto que tarde ya que las preguntas jamás van a terminar, que es imposible zafarte de ellas y dormir a gusto. ¡Menos mal que dentro del mismo museo se encuentra un buen restaurante que te permite hacer un alto y recobrar fuerzas antes de salir por la puerta sabiendo que el volver a visitarlo es algo ineludible! Y allí sentada comiendo en el restaurante, intentado asimilar el torrente de emociones que te ha suscitado el lugar, la idea de que la curiosidad es el bien más preciado que puede tener un ser humano, toma forma y consistencia. Porque mientras la curiosidad habita en el ser humano, el ser humano está total y completamente vivo. Existe. Mientras la llama de la curiosidad y las ganas de aprender ardan dentro de uno, uno no se extingue, nada ni nadie se extingue. Nada ni nadie se apaga, ni muere del todo. Sí, posiblemente dentro del museo en alguno de sus recovecos, en el reverso o en fondo de cada una de las obras, se encuentra la gran respuesta, la respuesta en mayúsculas a todo, y es que el antídoto para no morir es la curiosidad. Puesto que la curiosidad es lo contrario a conformarse, es una acicate para que no se acaben ni las ganas de vivir ni la fe ni el creer, la curiosidad no deja que permanezcamos muertos en vida, la curiosidad es quien hace que cientos de personas se levanten cada día con la intención de regalarle algo a los demás: una historia, un fármaco, una estrella, un alivio, una hermosa composición de colores, un sitio donde descansar, un planeta, una respuesta a sus preguntas, una partitura, un verso, una semilla, una esperanza …
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz